Oposición vs. Gobierno de los Cien Días
Oposición vs. Gobierno de los Cien Días
Por Lic. Josefina R. Acosta de Para
El Gobierno de los Cien Días es un tema imprescindible en los cursos de Historia de Cuba del período republicano. Su carácter heterogéneo y especialmente las medidas que se adoptan durante ese gobierno son temas obligados de estudio.
Es sabido que el Gobierno de los Cien Días es la continuidad de la Pentarquía, producto del 4 de Septiembre, ensayo foráneo introducido por el DEU, de corta duración y sin trascendencia política alguna. El nuevo gobierno ya fue otra cosa.
Los estudiosos de ese proceso han definido tres tendencias en su seno: la reaccionaria representada por el ex-sargento ahora devenido Coronel, Fulgencio Batista Zaldívar, Jefe del Estado Mayor del Ejército; la nacional reformista representada por el propio presidente Dr. Ramón Grau San Martín, y la revolucionaria que encarna el joven Antonio Guiteras Holmes; pero lo que en la mayoría de los textos oficiales no se detalla, son los múltiples incidentes protagonizados por la oposición causantes en gran medida de su frustración.
A la hora de analizar la trayectoria de este gobierno todo lo bueno recae en Guiteras y todo lo malos en Batista, éste último protagonista del Golpe de Enero del 34 que pone fin al gobierno. ¿Y Grau? Detrás de este maniqueísmo quizás se juzgue lo que hicieron después en la historia de Cuba sin percatarnos que “mirar desde el futuro hacia el pasado provoca en el mejor de los casos una distorsión poco sincera”[1]
Cuando desapasionadamente analizamos los 123 días que dura esta administración es menester que dediquemos unos instantes a considerar todos los obstáculos que tuvo que enfrentar el gobierno de Grau; el primero y más importante de todos y del que se deriva la mayor parte de sus males está en la persona de Benjamín Sumner Welles, embajador de los Estados Unidos en Cuba desde los días finales del “machadato”.
Este personaje nunca perdonó ni a la Pentarquía ni a Grau San Martín ni al DEU que los instauró en el poder, el haber destruido su gran obra: el gobierno mediacionista de Carlos M. de Céspedes. Fue más allá incluso que promover todo tipo de oposición dentro del país, llegó a distorsionar sus informes oficiales al Secretario de Estado del país vecino en su afán por lograr el no reconocimiento del gobierno por parte de Estados Unidos, alternativa que se vislumbró en algunos momentos.
Otro elemento a tomar en consideración es la oposición conformada desde un inicio por los políticos tradicionales; el ex-presidente Mario García Menocal; el ex-coronel Carlos Mendieta Montefur; representantes del ABC y desde luego por la antigua oficialidad del ejército, quienes efectuaron todas las alianzas habidas y por haber y concibieron todos los planes posibles encaminados a la destitución del gobierno.
Debemos tener en cuenta además las fuerzas armadas. Dentro del “nuevo” ejército, el desconocimiento del gobierno norteamericano a la gestión de Grau; la amenaza latente de intervención al amparo de la Enmienda Platt; la Isla flanqueada por buques de guerra norteamericanos y el temor a perder sus recientes privilegios, unido a sus ansias de poder y el temor de que un cambio de aires lo llevara ante el paredón de fusilamiento por su participación en la Sedición del 4 de Septiembre, precipitaron a Batista en los brazos de Welles convirtiéndolo en instrumento de la traición.
La antigua oficialidad por su parte, desplazada de sus funciones y privilegios por la Sublevación de los Sargentos y liderado por el General Julio Sanguily, ex Jefe del Estado Mayor del Ejército en el gobierno mediacionista de Céspedes, protagonizó uno de los episodios más significativos que tiene que enfrentar el gobierno de Grau-Batista-Guiteras: los sucesos del Hotel Nacional,
En octubre de 1933 se pertrecharon en el lugar 467 oficiales, 140 de ellos de la marina de guerra y 5 alistados[2]; Estos amotinados rechazaron los diferentes ofrecimientos del gobierno para deponer su actitud provocando el asalto por tierra con fuego de fusiles, cañones y ametralladoras apoyado por los proyectiles del buque Patria desde aguas cercanas al malecón habanero hasta su total rendición. Coincidentemente Welles estuvo residiendo en el hotel días antes del asalto.
De singular importancia fue el alzamiento, en noviembre del mismo año, del campamento de Columbia y la sublevación y ocupación de las estaciones de policía de La Habana por esa misma oficialidad, la policía y miembros del ABC. Los sublevados lograron apoderarse del Cuartel de Dragones, del de San Ambrosio, el Castillo de Atarés, la jefatura de la Policía Nacional y 4 estaciones más de policía en la capital. Parte de los complotados tomaron aviones del aeródromo de Columbia para bombardear el Palacio Presidencial y la Cabaña así como otros lugares de la ciudad.
El presidente Grau ante la gravedad de los hechos adopta decisiones importantes en Palacio, ordenando ubicar antiaéreas en la azotea lo que rechazó el ataque logrando la retirada de los aviones. Los bombardeos a los distintos puntos de la ciudad no tuvieron los resultados esperados.
Poco a poco el cerco del ejército fue derrotando la sublevación. Muchos sediciosos lograron escapar refugiándose en el Castillo de Atarés. A la mañana siguiente comenzó el ataque contra la instalación desde las unidades navales Cuba y Patria en aguas de la Bahía habanera, sumándose morteros, granadas y cañones situados en lugares circundantes. El ataque concluyó con la rendición de los sublevados y el reconocimiento a la prensa por parte de Guiteras, Secretario de Gobernación, Guerra y Marina, de 150 muertos y más de 200 heridos en la acción. Otras fuentes hablan de 500 los muertos, muchos más heridos y un total de 800 prisioneros[3]
Hay que considerar además a los miembros del PC y la CNOC quienes también desempeñaron un papel opositor en la escena política de aquellos meses finales de 1933.
Con la caída del gobierno de Machado ambas organizaciones adquirieron un status casi legal, disponiendo de locales, publicando manifiestos y periódicos, realizando mítines y actos de calle; pero su posición política impuesta en gran medida por el Buró del Caribe supeditado a la Internacional Comunista, lejos de ayudar al desenvolvimiento del gobierno y apoyar las medidas de beneficio popular que se venían decretando, con sus acciones y propósitos entorpecieron y enrarecieron el ambiente creándole mayores dificultades al régimen.
Sus aspiraciones respecto a la creación de los soviets, sus pretensiones de erigirle un busto a Julio A. Mella en el Parque de la Fraternidad, sus exigencias laborales y fomentar las huelgas y de promover actividades comunistas, eran darle argumentos a Welles para la intervención[4]. Su calificación del gobierno como demagógico, burgués terrateniente o burgués latifundista los separó de éste y alineó paradójicamente estas organizaciones, al lado de la reacción, del ejército y del embajador Sumner Welles.
En esta acuarela de posiciones no podemos obviar que tanto la Pentarquía como el Gobierno de Grau San Martín fueron gobiernos improvisados, ninguno de sus integrantes, incluyendo al presidente, tenían pretensiones de acceder a la máxima magistratura del país; fueron gobiernos surgidos al amparo de los sucesos del 4 de septiembre, integrado por distintas fuerzas sociales; por lo tanto, no existía un Programa estratégico para ese Gobierno heterogéneo, no existía dentro del grupo un líder que impulsara el proceso, no había una idea cabal de lo que se quería realizar una vez tomado el poder. Muchas de las medidas adoptadas fueron coyunturales ante una situación específica.
Raúl Roa participante y cronista de la época dio su testimonio sobre estos 123 días de gobierno:
“Hay ya suficiente lejanía para juzgar, serenamente el gobierno presidido por Grau San Martín desde el 10 de septiembre de 1933 hasta el 15 de enero del año siguiente. Los testimonios desaforados de sus enemigos suministran una imagen estigmática de esa enmarañada, fluctuante, convulsa y aleccionadora experiencia…. lo considero injusta en cuanto falsifica el carácter del gobierno de Grau San Martín, mide por un mismo rasero a los intereses y grupos que lo sustentan y a los que se le oponen, no discierne el alcance popular de sus medidas, solo ve la incapacidad, la petulancia, la flaqueza y la arrebatiña que lo mina, ignora la gallarda y trascendental postura de la delegación cubana en la Conferencia Panamericana de Montevideo, pasa por alto la ingente labor revolucionaria de Antonio Guiteras…
…El gobierno de Grau San Martín no fue, ni podía ser, por su estructura, composición y objetivos un gobierno revolucionario...sin embargo ha sido hasta hoy el único gobierno cubano que intentó remover la estructura colonial de la república…No se le dio un minuto de respiro. Vivió en acoso perpetuo, Fue combatido a sangre y fuego por la embajada norteamericana, los oficiales depuestos, el ABC , la vieja política, el alto comercio español, las corporaciones económicas, las empresas extranjeras, los monopolios de servicio público, el Partido Comunista, la Confederación Nacional Obrera de Cuba, el estudiantado de izquierda y casi la totalidad de la prensa. No tuvo más defensa militante que las aguerridas huestes del Directorio Estudiantil Universitario, ni más pregón que sus propias obras, insidiosamente desfiguradas por la reacción, el imperialismo y la izquierda marxista en absurda coincidencia….”[5]
Como planteábamos al inicio, a pesar del tiempo transcurrido, cuando se habla de los aspectos positivos de este gobierno solo se menciona a Guiteras, su Secretario de Gobernación, sin percatarnos que detrás de éste se encontraba la figura del Presidente quien no en una sino en varias ocasiones fue el impulsor de muchas de las medidas decretadas y también de las posiciones adoptadas por ese gobierno.
El propio Grau San Martín resumió así su gestión de gobierno: “He dictado leyes que fueron buenas para el país. No me he sometido a ninguna embajada extranjera. He tratado de beneficiar a la gente y he usado una mano firme ante los monopolios”[6]
Del gobierno de los Cien Días en el escenario político del país en los siguientes 15 años, surgirán tres presidentes constitucionales: Fulgencio Batista Zaldívar, Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás. Pero sus desventuras y aventuras serán otra historia.
NOTAS
[1] TAibo II, Paco Ignacio. Tony Guiteras. Un hombre guapo. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2009 pp.4
[2] Briones Montoto, Newton. Esperanzas y desilusiones. Una historia de los años 30, Editorial Ciencias Sociales, la Habana, 2008 pp. 265
[3] Op. Cit (2) pp. 307
[4] Op. Cit (2) pp. 225- 233,
[5] Roa García, Raúl.
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