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Pensamiento Sanitarista de Martí

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Leer a Martí, conocer a Martí, aprender de Martí es como beber de un manantial de agua pura inagotable que abre nuestros ojos y pensamiento, que nos permite ver lo que ni siquiera imaginamos y nos conduce por los senderos, muchas veces espinosos, pero siempre honestos, justos y sinceros del amor a la patria, a la gran patria latinoamericana y en última instancia del amor a la humanidad, porque así, Patria es Humanidad y no de otra manera, la definió.

No hay esfera del saber ajena a la pluma del más universal de los cubanos y admira su sapiencia y visión al abordar cada tema.

De político, patriota, filósofo, periodista, diplomático, maestro, poeta, políglota y de muchas maneras más, siempre reconocido por su desempeño brillante, se ha clasificado a través de la historia a nuestro Martí, destacando como revolucionario su vocación latinoamericanista y su posición antiimperialista que quedó subrayada en la carta a Manuel Mercado, considerada como su testamento político.

Cuánto camino quedaba por recorrer y cuantas enseñanzas perdimos por las tres balas que en Dos Ríos truncaron una vida que pudo, en 42 años, dar al mundo lecciones que todavía en este siglo XXI mantienen una vigencia incuestionable.

Para quien no conozca su versatilidad, su interés por todo lo que al ser humano atañe, su capacidad de captar lo esencial, de proyectarse al futuro y especialmente de dedicarse y poner de relieve lo relacionado con nuestro continente, puede resultar sorpresiva la vinculación que establece Martí entre la poesía y la ciencia.

Alexis Schlachter, periodista cubano conocido por informar y motivar a los lectores desde las páginas del diario Granma, abordando temas científicos, reseña como, en 1883,  en la revista norteamericana La América, Martí había previsto algo sorprendente para la época: "Día llegará en que pueda llevar consigo el hombre, como hoy el tiempo en un reloj, la luz, el calor y la fuerza en algún aparato diminuto..."

El siglo XX estaba muy lejos y, con él, las hoy comunes y diminutas pilas eléctricas capaces de ofrecer luz en linternas y, más tarde, calor y fuerza mediante pequeños equipos en los sistemas cósmicos de los astronautas contemporáneos.

El 15 de agosto de ese propio año, durante su estancia en Argentina, Martí pronostica en el periódico La Nación la aparición del tractor, cuando escribe:   "... de aquí a poco, la electricidad moverá arados. Asombra que con tanto hombre que junta polos y saca fuerza de ríos y cascadas, no se haya pensado aún en uncir, en vez de una criatura viva que padece, un acumulador..."

Todavía faltaban 24 años para que, en 1907, el norteamericano Henry Ford lanzara el primero de esos equipos agrícolas basado en piezas de automóvil, incluido un acumulador.

En su artículo Schlachter se pregunta: ¿Casualidades en ambos casos... o cultura científica amplia arropada en la visión profética de un poeta?, a lo cual anticipadamente, como en tantos otros aspectos, el maestro respondió en el propio mes de agosto de 1883 en la revista La América, cuando planteó "...la imaginación es la vanguardia, y como el profeta de la ciencia."

Solo una inteligencia privilegiada y un ser humano con una sensibilidad extraordinaria es capaz de unir de manera tan natural algo que a otros pareciera imposible. Son esas sus condiciones las que lo hacen incursionar en el campo de la Medicina, con un enfoque salubrista que lo coloca en el grupo de los más avanzados para su época y, como practicante él mismo del arte de curar, destacándose su comprensión sobre el valor del amor como componente esencial de un tratamiento.

El ya fallecido doctor en Ciencias Médicas Gabriel Toledo Curbelo, utilizando los métodos de investigación histórica, realiza una búsqueda en las Obras Completas de José Martí acerca de su pensamiento sobre la salud y toma como referencia un número tal de citas textuales de nuestro Apóstol que lo colocan, a su juicio, como uno de los grandes pensadores sanitaristas de su tiempo.

De la misma manera que fue capaz de prever descubrimientos y creaciones de la ciencia, visualizó la pobreza en su relación con la enfermedad y la muerte. Casi un siglo pasaría hasta llegar a la teoría enunciada por Lalonde y más de cien años para que la OMS realzara, en los llamados Campos, la importancia de los determinantes sociales, creando una comisión para su seguimiento.

Encontrándose Martí en la Ciudad de México, expone su pensamiento de manera tal que no hay lugar a la duda: “Es que en los barrios pobres, en que la muerte vestida de miseria está siempre sentada en los umbrales de las casas, la muerte toma ahora una forma nueva; se exhalan miasmas mortíferas de la capa que cubre cenagosas extensiones de agua; respirase como cuando el aire pesa mucho, o cuando falta mucho aire, y este pobre pueblo nuestro, tan débil ya por su hambre, su pereza y sus vicios, sufre más con los estragos de esa muerte vagabunda, que vive errante y amenazadora en todas las pesadas ondulaciones de la atmósfera”.

"¿Por qué en el centro de la ciudad (se refería a Ciudad de México), donde los aires puros no corren fácilmente, repugnan a los ojos y estorban a la respiración y se aspiran elementos dañosos en los miasmas que se desprenden de las extensiones de aguas estancadas, (hace referencia al lago Texcoco) cubiertas por una capa verde de sustancias corrompidas?, escribía en ese momento.

Pero no solo identificaba y relacionaba la pobreza y las condiciones ambientales con la enfermedad y la muerte, sino que dejaba sentada la responsabilidad del Estado con la salud de los ciudadanos, colocándose de esa manera entre los pioneros del continente en plantear y sostener esas ideas.

Sobre la situación que encontró en Ciudad México reflexionaba: "No es bueno que el ayuntamiento desdiga a los que le recuerdan su deber”. “No es que la prensa se querella por hábito o manía; es que mueren más los pobres por el descuido incomprensible del Ayuntamiento. No es esta la cuestión fácil que pueda desentender el municipio: es cuestión de vida, gravísima, inmediata, urgente".

Su pensamiento se equipara a los especialistas europeos más avanzados del siglo XIX, como Virchow y Neubauer, quienes preconizaron el papel del Estado en la solución de los problemas de salud del pueblo, en Alemania, y más tarde Henry Sigerist y Milton Terris en los Estados Unidos de Norteamérica, en pleno siglo XX.

En el año 1882, Martí esbozó su idea principal, genial, que encerró la más acabada concepción sobre su pensamiento indiscutiblemente preventivo:

"El arte de curar consiste más en evitar la enfermedad y precaverse de ella por medios naturales, que en combatirla por medios violentos e inevitablemente dañosos para el resto del sistema, cuyo equilibrio es puesto a contribuir en beneficio del órgano enfermo. La higiene va siendo la verdadera medicina, y con un tanto de atención, cada cual puede ser un poco médico de sí mismo. Debía hacerse obligatoria la enseñanza de la higiene en las escuelas públicas".

Son muchas las temáticas que abordó Martí sobre la medicina en sus artículos periodísticos.

Del brazo del doctor Fermín Valdés-Domínguez, su hermano del alma, entró el Apóstol de la Independencia Cubana en nuestra historia médica al luchar juntos por la reivindicación de la memoria de los estudiantes de medicina fusilados en 1871 y por la exaltación de este hecho histórico, hasta darle su verdadera dimensión como factor de capital importancia en la consolidación de la conciencia nacional cubana.

Martí conoció a fondo la participación de los médicos cubanos en la Guerra de los Diez Años. Por eso pudo escribir sobre la muerte heroica de los doctores Sebastián Amabile Correa, Eduardo Agramonte Piña, general muerto en combate,  Honorato del Castillo Cancio, constituyente de Guáimaro y otros tan valientes y valiosos. También, enterado de los errores de otros médicos patriotas, como siempre, fue generoso cuando de ellos trató.

Plantea Gregorio Delgado García, historiador del Ministerio de Salud Pública que, por poseer Martí ese conocimiento detallado y por encima de virtudes y defectos individuales, supo valorar como nadie que la función del médico en la sociedad lo convertía en el conspirador ideal por la independencia de Cuba y situaba su papel de capital importancia en la revolución que se preparaba.
A finales de 1893 le diría al doctor Martín L. Marrero Rodríguez en Cayo Hueso: “Los médicos son los mas apropiados, y por lo tanto, serán los mejores delegados. Sus pasos en ninguna hora, ni en ninguna parte llaman la atención: siempre son bien recibidos. Todos le deben algo: unos la vida, otros dinero. El médico es quien mejor conoce los secretos de todos: por eso esta será la revolución de los médicos.”

Cuando nos asomamos a estas ideas de Martí es imposible no pensar en el Modelo de Atención de Medicina Familiar que desde la década de los años 80 se implantó en nuestro país; en los miles de trabajadores de la salud cubanos que han llevado mensajes de amor y solidaridad, con sacrificio y a expensas de sus vidas por todo el mundo. No se equivocaba Martí al juzgar el conocimiento y la influencia que ejercen los médicos en todas las personas.

Que lo dicho por el Maestro al doctor Marrero no fue una frase halagadora y sí toda una estrategia que venía desarrollando, lo asevera el hecho de que al enviar a Cuba en agosto de 1892 al comandante de la Guerra de los Diez Años Gerardo Castellano Lleonart como Comisionado Especial del Delegado del Partido Revolucionario Cubano, para entrevistarse a través de toda la Isla con las personas más significativas como posibles futuros jefes de la Revolución y preparar el alzamiento en armas en todo el país, lo hizo el oficial mambí con médicos y estudiantes de medicina en las diferentes provincias.

La muerte prematura de Martí en combate, el 19 de mayo de 1895, le impidió comprobar lo acertado de sus palabras al doctor Marrero sobre la confianza que tenía en la importancia del aporte de los médicos cubanos a la causa independentista. Catorce de ellos encontraron la muerte en las filas del Ejército Libertador, once alcanzaron las estrellas de general, ocho fueron constituyentes de Jimaguayú y de la Yaya, cinco, miembros del Consejo de Gobierno de la República en Armas y catorce, miembros de la Asamblea de Representantes del Ejército Libertador.

Si la visión de Martí como patriota, revolucionario, político, su maravilloso verbo como ensayista y poeta, su posición a la cabeza del pensamiento sanitarista nos asombra y provoca admiración, su participación como “médico” en la guerra nos conmueve.

Él, que vivió en su etapa universitaria española tan estrechamente unido a estudiantes de medicina y que logró adquirir conocimientos teóricos en algunas de sus ramas, en los pocos días que estuvo en la guerra se desdobló en funciones de médico, obligado por la necesidad. El historiador doctor Néstor Carbonell Riveroen su libro “Martí. Carne y espíritu”, hilvanó con las propias palabras de Martí un relato de sus actividades como tal en campaña:

“Y cuando dieron la orden de descansar y se tendieron las hamacas, yo, primero que dormir o reposar, hurgué en mi jolongo y saqué de él medicina. A uno, que del jugo del tabaco, de apretar tanto el cabo en la boca, se le habían desprendido los dientes, le di a beber un sorbo de Marrasquino. Y cuando llegó el agua fresca, con Paquito Borrero, de tierna ayuda, me puse a curar de un soldado la herida narigona. La bala le había entrado por el pecho y salido por la espalda. En una de las bocas, la de entrada, le cabía un dedal: en la otra la de salida, una avellana. Se la lavé y le aplique yodoformo y algodón fenicado. Habilidades de médico me habían salido, y por piedad y por casualidad, se me habían juntado al bagaje mas medicinas que ropa- y no para mí por cierto, pues nunca me sentí mas sano, sino para los demás. Y en las curas tuve algunos aciertos por lo que gané un poco de reputación, sin mas que llevar conmigo el milagro del yodo, y el del cariño, que es otro milagro […]”

A Martí debemos y nos corresponde honrar frases como las siguientes:

"Es la medicina (…) profesión de lucha; necesítase un alma bien templada para desempeñar con éxito ese sacerdocio…"

"La más noble de las ocupaciones, y quién sabe si la más grata, es la de enfermero".

"La verdadera medicina no es la que cura, sino la que precave: la higiene es la verdadera medicina".

"Los médicos deberían tener siempre llenas de besos las manos".

Autor intelectual del Asalto al Cuartel Moncada, guía de la Generación del Centenario sigue brillando en nuestra historia, porque sus ideas las recogió y las transformó en realidad Fidel y son las que defendemos en cualquier lugar del mundo donde estemos nosotros, las cubanas y cubanos.