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Repercusión social del maltrato en el anciano.

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Repercusión social del maltrato en el anciano.

Autora: Dra. Denís Díaz Armesto. Especialista I Grado en Medicina General  Integral. Especialista I Grado en Geriatría y Gerontología. Máster en Longevidad Satisfactoria

INTRODUCCION

 La población mundial de las personas de 60 años o más será más del doble, de 542 millones en 1995 a alrededor de 1.200 millones en el 2025. Se estima que entre el 4% y el 6% de las personas mayores de todo el mundo han sufrido alguna forma de abuso y maltrato.

El maltrato de las personas de edad puede llevar a graves lesiones físicas y tener consecuencias psicológicas a largo plazo. Los malos tratos a las personas de edad se prevé que aumentarán, dado que en muchos países el envejecimiento de la población es rápido.

El maltrato de las personas mayores es un problema social mundial que afecta la salud y los derechos humanos de millones de personas mayores en todo el mundo y es un problema que merece la atención de la comunidad internacional.
La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución 66/127, designa el 15 de junio como Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Representa el día del año cuando todo el mundo expresa su oposición a los abusos y los sufrimientos infligidos a algunas de nuestras generaciones mayores.

El tema del Día Internacional de las Personas de Edad en 2014 es: «no dejar a nadie atrás: promoción de una sociedad para todos». Haciendo honor al principio rector del Secretario General, el cual requiere la comprensión de que las cuestiones demográficas para el desarrollo sostenible y la dinámica de la población darán forma a las principales dificultades de desarrollo que enfrenta el mundo en el siglo XXI. Si nuestra ambición es «construir el futuro que queremos», debemos ocuparnos de la población mayor de 60 años, que se calcula llegará a los 1.400 millones para el año 2030.

En resolución 46/91 de la Asamblea General de las Naciones Unidas de fecha 16 de diciembre de 1991. Se alienta a los gobiernos a que introduzcan en sus programas nacionales cada vez que sean posible los principios a favor de las personas de edad, población mayor de 60 años. «Una sociedad para todas las edades incluye el objetivo de que las personas de edad tengan la oportunidad de seguir contribuyendo a la sociedad. Para trabajar en pro de la consecución de ese objetivo, es necesario eliminar todos los factores excluyentes o discriminatorios en contra de esas personas».

En 1991, La Asamblea General adoptó los Principios de las Naciones Unidas en favor de las personas de edad, en el que se enumeraban 18 derechos de las personas de edad relacionados con la independencia, la participación, los cuidados, la autorrealización y la dignidad. Al año siguiente, se celebró la Conferencia Internacional sobre el Envejecimiento para seguir aplicando el Plan de Acción, se aprobó la Proclamación sobre el Envejecimiento. Siguiendo la recomendación de la Conferencia, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó 1999 como el Año Internacional de las Personas de Edad.

 Para favorecer el enorme potencial del envejecimiento en el siglo veintiuno. Sus recomendaciones concretas para la acción dan prioridad a las personas de edad y al desarrollo, una muestra evidente de la magnitud del envejecimiento de la población mundial, y de lo cual Cuba no está exenta, es que la edad media de la población tiende a crecer cada día más. A pesar del avance científico técnico alcanzado en el campo de las ciencias médicas y de los esfuerzos de las políticas sanitarias para mejorar las condiciones de salud y bienestar de la población, aún subsisten condiciones que generan fenómenos negativos, como la violencia y sus diferentes manifestaciones, que también afecta a los ancianos. Muchos necesitan atención médica después de un acto de violencia, pero la mayoría no son identificados como tal y el acto es mucho menos denunciado a las autoridades, por lo cual los victimarios no son juzgados por las leyes. Es frecuente encontrar una cierta resistencia en su reconocimiento, que proviene del choque entre tales datos o sospechas y la representación social clásica de la familia y las instituciones para el anciano. La prevención y tratamiento del maltrato a las personas mayores en un mundo que envejece, es un asunto de todos. Teniendo en cuenta lo referido; es que se realiza este trabajo, con el objetivo de ofrecer consideraciones generales sobre la atención al anciano maltratado.

Todo personal de la salud, tanto en la atención comunitaria, hospitalaria e instituciones permanentes deben reconocer al anciano con riesgo de ser maltratado, elaborando planes de acción para evitar esta negligencia, que sin dudas trae repercusiones sociales, que pueden llegar desde el aislamiento del anciano, la depresión e incluso la muerte.

DESARROLLO

¿Qué es el «maltrato de los ancianos»?

Se puede definir como: «un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza». Puede adoptar diversas formas, como el maltrato físico, psíquico, emocional o sexual y el abuso de confianza en cuestiones económicas. También puede ser el resultado de la negligencia, sea esta intencional o no.

En muchas partes del mundo el maltrato de los ancianos pasa casi inadvertido. Hasta hace poco, este grave problema social se ocultaba a la vista del público y se consideraba como un asunto esencialmente privado. Incluso hoy en día, el maltrato de los ancianos sigue siendo un tema tabú, por lo común subestimado y desatendido por sociedades de todo el mundo. Sin embargo, cada día hay más indicios de que el maltrato de los ancianos es un importante problema de salud pública y de la sociedad.

El problema existe tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados y por lo general no se notifica en grado suficiente en todo el mundo. Tan solo en unos pocos países desarrollados hay tasas de prevalencia o estimaciones, que se sitúan entre un 1% y un 10%. Aunque la magnitud del maltrato de los ancianos se desconoce, su importancia social y moral salta a la vista. En tal virtud, exige una respuesta mundial multifacética que se centre en la protección de los derechos de las personas de edad.

Las formas de definir, detectar y resolver el maltrato de los ancianos tienen que enmarcarse en el contexto cultural y considerarse junto con los factores de riesgo que tienen una especificidad cultural. Por ejemplo, en algunas sociedades tradicionales se obliga a las viudas de edad a casarse de nuevo, mientras que en otras, las mujeres mayores que viven solas, son acusadas de practicar la brujería.

Desde los puntos de vista sanitario y social, si los sectores de atención primaria de salud y servicios sociales no están bien dotados para detectar y resolver el problema, el maltrato de los ancianos seguirá estando semioculto.

Tercera edad

Es un término antropo-social que hace referencia a las últimas décadas de la vida, en la que uno se aproxima a la edad máxima que el ser humano puede vivir. En esta etapa del ciclo vital, se presenta un declive de todas aquella estructuras que se habían desarrollado en las etapas anteriores, con lo que se dan cambios a nivel físico, cognitivo, emocional y social. A pesar que esta fase tiene un punto final claro (la muerte), la edad de inicio no se encuentra establecida específicamente, puesto que no todos los individuos envejecen de la misma forma. No obstante, debido que la edad biológica es un indicador del estado real del cuerpo, se considera que se trata de un grupo de la población que tiene 65 años de edad o más.

El tema de la senectud como preparación para la vejez preocupó a Platón (en el siglo V a. C.) y Cicerón (en el siglo II a. C.) escribió sobre la senectude. Ambos son escritos en la ontología de las categorías de edades, que se ha configurado alrededor de 'modos de ser', relacionados con el decurso mismo de la vida personal.

Las diferentes denominaciones: senectud, ancianidad, vejez, mayores, segunda juventud, provectos y tercera edad, al igual que la terminología de seniors para elders (en el inglés) tienen todos el propósito de esquivar los prejuicios y la discriminación.

La Geriatría estudia la prevención de curación y rehabilitación de enfermedades en la tercera edad

La Gerontología estudia los aspectos psicológicos, educativos, sociales, económicos y demográficos relacionados con los adultos mayores. Hoy en día existen especialidades como la gerontología psiquiátrica (o psiquiatría gerontológica), que incluyen variables como la calidad de vida y otros fundamentos científicos.

También existe la educación gerontológica, que tiene como finalidad orientar los preceptos pedagógicos a la ciencia de la gerontología para enriquecerla y reforzarla. Se ha desarrollado también como una tecnología social a modo de apoyo e industrialización de los avances científicos.

Reflexiones sobre el maltrato al anciano en la sociedad

El maltrato a los ancianos es un asunto grave que recibe muy poca atención. Su reconocimiento y debate público ha seguido una trayectoria similar a la que siguió el maltrato infantil en los años sesenta del siglo pasado, y a la progresiva aceptación de la existencia de la violencia familiar en los ochenta. Los primeros artículos médicos publicados describían casos de abusos a ancianos maltratados por sus familiares. Se identificó la capacidad mental como un factor determinante y se analizó el estrés de los cuidadores, pero los profesionales de la salud acogieron esta información con incredulidad.

En los 80, Eastman (British Geriatrics Society), profesionales de Gran Bretaña, investigadores de EE.UU. y Canadá, esbozaron el perfil del fenómeno del maltrato a los ancianos y de aquellos que lo perpetraban. Los primeros estudios norteamericanos y canadienses se realizaron en la década de los 70, mientras que en Inglaterra se empezó a demostrar interés por el maltrato a partir de los 80. Todo parecía indicar la presencia de un triángulo entre 3 países de características socioeconómicas similares. Shell, fue el autor de la primera investigación que sobre el tema se llevó a cabo en 1982 en Manitoba (Canadá). En 1991 el Canadian National Advisory Council on Aging (Ministerio de Salud y Bienestar), publicó un informe sobre los malos tratos en los ancianos. En Boston (EE.UU.) Pillemer y Wolf hicieron lo mismo, recogiendo datos a lo largo de 15 años de estudios clínicos, y describieron las diferencias entre maltrato/maltratante/maltratador, así como la valoración y estructuración de los síntomas reflejados en los pacientes ancianos. En EE.UU. y Gran Bretaña, alrededor del 5 % de los ancianos viven en instituciones residenciales; en Canadá la cifra es de aproximadamente el 9 %, y en España del 2,8 %. Debemos considerar estas cifras significativas y sensibilizarnos con el bienestar de las personas mayores.

Según los mismos autores, existe una evidencia de que estos ancianos tienen mayor probabilidad de sufrir maltrato que aquellos que viven en sus hogares. Y aun cuando la mayoría de los ancianos son cuidados y atendidos con cariño en el hogar, una considerable cantidad de agresiones tienen lugar en el seno de la familia. La situación que se plantea no es sencilla y ocurre que posiblemente debamos cambiar el concepto de anciano dentro de las sociedades occidentales. Nuestros mayores son las personas que generación tras generación han estado cuidándonos, alimentándonos y educándonos, debemos no solo respetarlos y ayudarlos, sino de estar a su lado en su proceso de envejecimiento. Pero, ¿quiénes son las víctimas y quiénes los agresores?

Hell (1988) descubrió en el estudio de Manitoba (Canadá) que 2/3 partes de las víctimas eran mujeres de edades comprendidas entre los 80 y los 84 años, que habían vivido con una familia por períodos de 10 años. Pillemer, Wolf y Finkelhor (1988) estudiaron a 2 000 ancianos entrevistados por teléfono, incluyendo entrevistas con víctimas de malos tratos, y se supo que el perfil de las víctimas fue diferente del proporcionado por anteriores estudios. Los resultados ya no apuntaban a una mayoría de mujeres maltratadas por sus hijos o hijas adultos. El número de hombres maltratados superaba al de mujeres con 52 y 48 % respectivamente. En cuanto a los responsables, en el 58 % de los casos se trataba de los cónyuges y en el 42 % de los hijos adultos. Dado que eran más los ancianos que permanecían con sus esposos o esposas que los que vivían con sus hijos, las oportunidades de ser maltratados por sus cónyuges, eran mayores. Esto sugiere que si en anteriores investigaciones se pensó que hay más mujeres víctimas de malos tratos que hombres, se debía a que estas sufrían lesiones más graves y era más probable que fueran los que más informaran a los organismos competentes o que estos recibieran noticias de sus casos.

En la década de los 80 se insistió en la dependencia de la víctima respecto de su agresor, junto con el estrés que soportaba el cuidador en estas situaciones. Wolf y Pillemer cuestionaron esto en 1989, pues mantenían que eran pocos los resultados que apoyaban este punto de vista. Señalaron que mientras un buen número de ancianos dependía de sus familiares, solo una pequeña parte de estos sufría malos tratos. De modo similar, era mucha la gente mayor con impedimentos físicos; pero sin aplicar una metodología de comparación de casos y grupos de control, resultaba inadecuado afirmar que las víctimas de los malos tratos sufrían algún tipo de dependencia física.

El maltrato en los ancianos consistía en contemplar un desequilibrio desproporcionado de la dependencia, en cualquier sentido, como factor potencial de riesgo. Tomlin (1989) en el informe de la British Geriatrics Society sobre el maltrato a ancianos sugiere que los mayores más vulnerables son aquellos que tienen dificultades para comunicarse y muestran discapacidades. Los que padecen demencia senil o enfermedad de Parkinson tienen más probabilidades que otros de sufrir maltrato. Igualmente informa que los estudios norteamericanos nos muestran que la víctima tipo es la mujer, de más de 75 años, sin ocupación, con impedimentos funcionales, solitaria, amedrentada y que vive en su casa con un hijo/a adulto. Los malos tratos suelen ir asociados o están relacionados con el consumo de alcohol. Aquellos cuidadores que admiten haber maltratado física o verbalmente a sus víctimas, muestran puntuaciones altas en las subescalas de depresión (Cuestionario de Depresión de Beck), comparados con aquellos que no cometieron abuso. Existe una comunicación pobre entre agresores y víctimas. Entre los cuidadores que maltratan, muchos han abandonado su empleo con el fin de cuidar de sus familiares y poder recibir ellos mismos tratamiento y cursos de ayuda, para poder recapacitar sobre sus aptitudes educacionales.

Sobre víctimas y agresiones en centros asistenciales, residencias y hospitales, es poca la información documentada. Se señalan los efectos que pueden tener las condiciones estresantes de trabajo, el agotamiento profesional, la insatisfacción, la naturaleza de los conflictos entre pacientes y personal cuidador, las actitudes ante el envejecimiento y la falta de recursos. Nos podemos preguntar si la queja es real o no, si se trata de una llamada de atención, o si el egoísmo de ciertos individuos hace que los sentimientos de solidaridad queden aparcados.

Características sobre víctima y agresor (OMS, 1988):

Perfil de la persona víctima de abusos:

  1. Mujer.
  2. Mayor de 75 años.
  3. Físicamente impedida.
  4. Con disminución mental y comportamiento infantiloide.
  5. Socialmente aislado/a.
  6. Deprimido/a, con actitud hipercrítica.
  7. Predispuesto/a a adoptar el papel de enfermo/a.
  8. Repetidos intentos frustrados de recibir ayuda en su pasado.
  9. Maltratado/a en el pasado por un progenitor.
  10. Demasiado pobre como para vivir independiente.
  11. Testarudo/a.

Perfil de la persona que ejerce el abuso:

  1. Familiares que han estado cuidando de un anciano durante muchos años (promedio de 9 años y medio); de este grupo el 10 % ha estado ocupándose de una persona mayor durante más de 20 años.
  2. El 75 % vive con la víctima.
  3. Tipo de parentesco: 40 % cónyuge, 50 % hijos o nietos.
  4. El 75 % ha cumplido más de 50 años; el 20 % más de 70.
  5. Parientes extenuados por el estrés, el 48 % necesita el dinero de sus víctimas, y/o el 50 % necesita su casa.
  6. Socialmente aislados y generalmente desempleados.
  7. Antecedentes de arrestos y delitos contra la propiedad.
  8. Problemas económicos.
  9. Salud mental: antecedentes de deterioro reciente o de depresión o ansiedad (91 %), alcoholismo (63 %) o adicción a otra sustancia (68 %).
  10. Comunicación inexistente.
  11. En la infancia, hostilidades entre padres e hijos.

Tipologías

Maltrato físico: Causar daño o dolor físico, abuso sexual y/o contención física.
Maltrato psicológico: Infringir angustia mental.
Negligencia activa: Rechazo o incumplimiento de la aceptación de las obligaciones en los cuidados.

Consideraciones psicosociales del maltrato en ancianos

En los últimos años ha supuesto un gran escándalo social, la comunicación de casos de indignante maltrato a personas mayores, por parte de sus propios familiares o personas de convivencia. Algunos varones son explotados por su familia, y algunas mujeres han llegado a sufrir el llamado "Síndrome de la Abuela Esclava". Por lo que algunas familias, abusan de la confianza que ella supone, para que trabaje para ellos, sin que tengan consideración; en la mayoría de los casos, el maltrato pasa a ser psicológico y casi imperceptible.

Otro tipo de caso es que la familia o convivientes ya no los quieren porque se ve a la persona como un estorbo, por lo general esta idea se da por falta de dinero para mantenerlo tanto a él como al resto de los familiares o convivientes del hogar. Los asilos de ancianos también son criticados duramente por acusaciones graves de maltratos físicos y psicológicos, como también la falta de atención y el poco cuidado que reciben.

La autoestima en el adulto mayor se ve afectada, puesto que la etapa en que vive el adulto mayor requiere de una reestructuración de la personalidad, debido a una serie de cambios tanto a nivel fisiológico, psicológico, social y familiar que lo hacen vulnerable ante su nueva vida.

A menudo se compara el maltrato a ancianos con el maltrato infantil. Esta situación es el resultado de la propia relación entre el cuidador y el anciano que, a menudo, posee un carácter paternofilial, dada la extrema dependencia de los ancianos, que es en su mayor parte, necesidad afectiva. Esto llega hasta el punto de que, en EE.UU., los mismos organismos se ocupan de casos de maltrato a ancianos y maltrato infantil. Tienen también en común el ser problemas sociales que han sido "medicalizados" por profesionales de la salud que han establecido sus propias estrategias de intervención dentro de las instituciones sanitarias.
Parte de los malos tratos a los ancianos no los comete un cuidador contra una víctima que depende de él o ella. Como han demostrado Wolf y Pillemer, es el agresor quien puede estar en una situación dependiente; incluso, si el anciano depende del cuidador, la relación es diferente. Los padres tienen una responsabilidad legal sobre sus hijos menores de edad, pero en la mayor parte de los casos, los hijos adultos no tienen responsabilidad legal respecto de sus padres. Los hijos deberían estar al lado de sus padres, no solo en caso de necesidad o ante la enfermedad, sino también dentro del bienestar familiar.

Violencia doméstica

La violencia doméstica ha sido la más estudiada e investigada en Europa, y sigue despertando gran interés en la medida en que no conocemos el efecto que el cambio de costumbres en la vida familiar ejerce en grupos como el de la gente mayor.

Los que se ocupan de administrar los organismos de salud y de protección social deben considerar a los ancianos como parte inseparable de unidades familiares, que son algo más que meras unidades de residencia. No son simplemente individuos, ni mucho menos casos que ocupan sillas o camas. Son miembros de una familia y de que se les considere como a tales dependerá, en gran parte, su seguridad. P. Townsend, en su estudio, "The Family Live of Older People", nos describe: "Si se quieren entender muchos de los procesos y problemas del envejecimiento, debe estudiarse a los ancianos como miembros de familias, normalmente de 3 generaciones.

Pero la inquietud que se generó en occidente en los años 80 procedía del sentimiento de que la familia se despreocupaba de la difícil situación de sus miembros mayores de edad. Se comenzó a valorar la relación entre "la despreocupación" y el "aumento del consumismo y/o libertades". Lo importante era el resultado financiero del cuidador y no el estado de salud del anciano. Fue creciendo la evidencia de que las familias podían infringir daño a sus miembros más débiles y vulnerables, y del modo en que esto sucedía. Se debe procurar que el anciano sea atendido en su casa el mayor tiempo posible, ya que el sistema de salud sanitario solo se va haciendo cargo de los casos más incapacitados o impedidos.

El alcance de la violencia familiar

Linda George sugiere que la violencia ha sufrido durante el pasado siglo una pauta de alzas y bajas, y que la incidencia ha variado mucho menos que su visibilidad. Varía según el clima y la fuerza de ciertos movimientos o situaciones políticas.

En opinión de la autora, la violencia entre los miembros de una familia no solo depende o está influida por el contexto histórico, sino que está ligada a las relaciones de poder. La violencia familiar surge de las luchas de poder en las cuales los individuos compiten por los recursos y beneficios reales. Estas disputas no solo se producen debido a aspiraciones personales, sino también a cambios en las normas y en las condiciones.

 Se asume que: "El factor clave en el incremento aparente de los malos tratos, más que en el crecimiento del número de ancianos, lo constituye sustancialmente el contingente de recursos que se debe asignar a las personas mayores y las relaciones entre los diferentes grupos que proporcionan estos recursos. Señalan, que, aunque en los últimos 10 años el centro de interés han sido los malos tratos físicos en los ancianos, no hay bases suficientes para creer que sea la forma más significativa de abuso

A los problemas asociados a la privación de servicios de primera necesidad para la gente mayor, hay que añadir los problemas resultantes de la escasez de viviendas en la década de los 80, y el problema de la discriminación de la edad provoca que la focalización en los malos tratos parezca un tanto selectiva".

El cuidado de los ancianos no está definido por unas normas sociales claras. Las cuestiones sobre quién debería proporcionar los cuidados y en qué términos, se encuentran en estado de fluctuación. El fenómeno del maltrato, puede ser una expresión de esta incertidumbre, haciendo resaltar finalmente la complejidad de los abusos como cuestión social.

El poder y la familia

Se considera importante distinguir el maltrato a los ancianos de otras formas de violencia familiar. A diferencia de otros tipos de maltrato, en él puede no haber una distinción clara entre víctima y agresor. Dado que muchos ancianos son legal y realmente seres humanos autónomos, la responsabilidad del maltrato puede ser difícil de determinar. Esto, señala L. Phillips, plantea cuestiones a los profesionales:

Malos tratos institucionales

La primera voz de alarma ha salido de los malos tratos vistos en residencias, y recogidos por los medios de comunicación en relación con la calidad de vida de los ancianos. Los malos tratos institucionales pueden manifestarse de la siguiente manera:

  • La agresión verbal.
  • La combinación entre agresión verbal y maltrato físico.
  • El maltrato que puede producirse en las residencias, al negarse o no proporcionar unos niveles básicos de intimidad a los usuarios.

Las actitudes negativas hacia los ancianos pueden resultar más patentes en los servicios asistenciales de larga estancia, dada la mayor concentración de personas de edad en un solo lugar. Kayser-Jones ha dividido las denuncias más frecuentes sobre abusos del personal en las instituciones en 4 categorías:

Infantilización: Tratar al paciente como si fuera un niño irresponsable. Despersonalización: Desatender las necesidades particulares del paciente.
Deshumanización: Ignorar al anciano.
Victimización: Ataques a la integridad física y moral de los ancianos mediante amenazas, intimidación y agresión verbal, robo, chantaje o castigo corporal.

A pesar del avance científico técnico alcanzado en el campo de las ciencias médicas y de los esfuerzos de las políticas sanitarias para mejorar las condiciones de salud y bienestar de la población, aún subsisten condiciones que generan fenómenos negativos, como la violencia y sus diferentes manifestaciones, de la cual los ancianos y ancianas no están exentos.

El maltrato al adulto mayor es sin duda un fenómeno de naturaleza multifactorial y constituye un problema social. A pesar de esto, no existen muchas investigaciones al respecto y los trabajos se han caracterizado por ser aislados de un grupo de investigadores, motivados y preocupados por la magnitud del problema.

CONCLUSIONES

Por lo tanto son necesarios métodos de evaluación diagnóstica y multidimensional destinados a reconocer los problemas biológicos, psicológicos funcionales y sociales, ya que la disfunción de algunas de estas esferas, pueden ser el resultado de otras afectadas, que muchas veces pasan inadvertidas.

Resulta imprescindible que tanto los investigadores como los profesionales se pongan de acuerdo en la utilización de un lenguaje común en este ámbito de trabajo, de manera que se puedan compartir los datos necesarios en relación con la frecuencia y severidad del problema y que se puedan establecer intervenciones similares en situaciones semejantes. En ausencia de este logro, es de importancia crítica que todos los profesionales e investigadores puntualicen la definición y tipología utilizada en cada trabajo.

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